Dios obra aún en medio de la tempestad
(En homenaje póstumo a Janice Báez Sánchez 1966-2013)
Cuando alguien te pregunta: ¿Cómo andas? o ¿Cómo estás? Quizás tu respuesta suele ser: “Sin problemas o, lo más bien gracias a Dios.” Esta es, en casi todas las personas, una respuesta automática y convencional, que no es del todo cierta, ya que todos, en esta vida, tenemos alguna que otra dificultad. Cada día surge algún “problemita”, pues, vivimos en un mundo donde abundan luchas, tensiones e inseguridades. Se generan situaciones que no podemos controlar y por las que nos sentimos superados y, estos conflictos son parte de la vida, y nunca podremos escapar del todo de ellos, en nuestro vivir cotidiano. De tal modo, miles de situaciones pueden atentar contra nuestra paz interior.
Es fundamental que observes cómo estás encarando, desde tu interioridad, estos pequeños inconvenientes cotidianos, o los grandes problemas que aparecen en algunos momentos de la vida.
Dios nos ofrece una paz que puede permanecer, incluso, en medio de los conflictos. “Aunque los vientos de la adversidad soplen furiosamente, podemos descansar en paz, porque no estamos solos”. “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Muchas personas asocian la paz con la ausencia de conflictos, con tener buena salud y un buen trabajo, que no se originen problemas en la vida, y que se pueda tener todas las cosas que se desean. Muchas otras personas basan su paz y su alegría en poseer las cosas que quieren, y caen en la tristeza por no alcanzar lo que anhelan.
Había una vez un rey, que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar, en una pintura, la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron…
El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que al rey realmente le gustaron, y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraban un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas, había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montañas abajo, perecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero, cuando el rey observó cuidadosamente, observó, tras la cascada, un delicado arbusto que crecía en una grieta de la roca. En este arbusto, se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en su nido…LA PAZ PERFECTA.
¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El rey escogió la segunda, ¿Sabes por qué?
Explicaba el rey: “Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro, sin dolor. Paz significa que, a pesar de estar en medio de todas estas cosas, permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Éste es el verdadero significado de la paz.”
La paz interior del hombre es fruto de la unidad de la voluntad humana con la voluntad divina. Cuando tú sabes que tu vida se halla en sintonía con la voluntad de Dios, entonces, conservarás la paz, aun en medio de grandes tormentos exteriores.
Algo pasa en lo más profundo de nuestro ser cuando nos olvidamos de nosotros y dirigimos nuestra atención a Dios, colocando nuestros corazones en culto y alabanza a nuestro creador.
Nos entregamos a Dios, para entender las circunstancias difíciles y simplemente someterlas al Señor en confianza. Decimos: “No entiendo todo lo que está pasando en mi vida, pero creo en tu amor y confío en tu bondad”. Eso permite que la paz de Dios inunde, a través de la alabanza, tu corazón, y Dios pueda actuar en tu vida.
Cuando te halles en medio de luchas y dificultades, el Señor sabrá lo que tú estás viviendo, lo importante es que no caigas en la tentación de pensar que al Señor no le importa lo que estás sufriendo.
A Dios le interesa lo que tú estás viviendo, y mucho. Él está enterado de lo que tú estás padeciendo, y tú debes dirigir a él su pensamiento para conservar la paz. No apartes de él tu mirada.
Oración
Señor, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que Tú quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más. Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme.
Me pongo en tus manos sin medida
con una inmensa confianza,
porque Tú eres mi Dios y mi Señor. Amén.