Cómo
vivir con la seguridad de su amor inagotable
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Uno de los consuelos más grandes que tenemos, es la realidad de
que el Señor jamás cambia. A menos que nos demos cuenta de que esta verdad
incluye su amor —que Él nos da, pase lo que pase— nos sentiremos privados de la
vida abundante que Cristo prometió. Sin embargo, muchos cristianos luchan con
dudas porque no se sienten dignos de ser amados. Son bombardeados con
pensamientos tales como: Miren lo que he hecho, cómo he tratado a la
gente, cómo he desperdiciado mi vida. ¿Cómo podría perdonarme el Señor y usarme
para sus propósitos? El problema es que damos por hecho que el Señor ama de la
misma manera que nosotros amamos. Nuestros sentimientos hacia los demás cambian
continuamente, pero no es así como actúa el Señor.
La base del amor de Dios
La palabra griega para referirse al amor de Dios, es ágape, que
incluye la idea de ser “de naturaleza abnegada e incondicional”. El Señor se da
con generosidad a sí mismo para hacernos bien y bendecir nuestras vidas. El
ágape no solo tiene su origen en Él; también es esencial a su ser. En realidad,
es su naturaleza misma, o como nos dice 1 Juan 4.8: “Dios es amor”. En otras
palabras, el Señor no cesa de amar, porque para hacerlo tendría que dejar de
ser Él mismo.
Piense solamente en lo que sería su vida si el amor de Dios
dependiera de cómo son su carácter y su conducta. Debido a que nadie puede
vivir de acuerdo con la norma perfecta del Señor, su alma estaría acechada
siempre por una sensación de incertidumbre e indignidad. En una vida así no
habría gracia, sino solo triste legalismo y esclavitud. El Padre celestial no
le amará más cuando usted sea bueno, ni menos cuando sea malo, porque su amor
no está basado en el valor que usted tenga, sino en el inmutable carácter de
Él.
Cómo entender el amor de Dios
La mejor manera de entenderlo es viendo cómo se relacionó Cristo
con diversas personas cuando vivió en la Tierra. Voy a catalogar a varios
personajes bíblicos para que usted pueda identificarse más fácilmente con
ellos. Al examinar cada uno de ellos y observar las palabras y las acciones de
Jesús, piense en cómo se aplica a usted esta clase de amor.
La mujer
junto al pozo (Jn 4.3-30) A la hora
de relacionarse con otros Jesús sabía exactamente cómo llegar a los asuntos del
corazón. Cuando conoció a la mujer samaritana junto al pozo, guió la conversación
hacia la respuesta a su necesidad más profunda: el amor incondicional del
Mesías, el cual había estado buscando en lugares equivocados. Después de cinco
matrimonios fracasados, estaba viviendo con un hombre que no era su marido.
Como resultado de su conducta inmoral, no era aceptada por la comunidad y venía
al pozo durante las horas de más calor del día, cuando nadie estaba allí.
Cuando Jesús se encontró con ella, con firmeza pero con amor le
mostró sus secretos y quitó el velo a su corazón sediento. Entonces le ofreció
el agua viva del Espíritu —el agua que finalmente le daría la satisfacción que
había buscado toda su vida. Lo que es sorprendente acerca de esta escena es
cómo Cristo descubrió el pecado de esta mujer de una manera que no creó barreras
de autodefensa. La mujer fue tan transformada por el amor del Señor, que fue a
la ciudad a hablar a todo el mundo de Él, para invitarles a conocer al Mesías,
también.
El “don
nadie” —Bartimeo (Mr 10.46-52) Los mendigos ciegos eran
considerados “don nadie” en Israel. Podían recibir compasión y ayuda, pero
nunca atención o reconocimiento; la mayoría de las personas pasaban frente a
ellos como si fueran invisibles. Pero un día, cuando Bartimeo clamó a Jesús
pidiendo misericordia, el Señor se detuvo, tuvo una conversación con él, y le
dio la vista.
¿Se siente usted como un don nadie? Tal vez su vida le parece un
ciclo interminable de trabajo sin sentido, ver la TV, y dormir. O quizás está
luchando con la soledad, sin que nadie le tome en cuenta. Muchas personas se sienten
insignificantes y sin importancia cuando envejecen o se enferman y ya no puede
trabajar como lo hacían antes. Sus vidas se reducen lentamente a una sola
habitación o incluso a una cama, muchas veces olvidadas por el mundo.
Pero el Señor sabe exactamente dónde se encuentra usted, y nunca
le ha quitado los ojos de encima: “Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas
os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré” (Is 46.4). Su
amor por nosotros no cesa simplemente porque nos sintamos inútiles o
insignificantes. La mejor manera de renovar la esperanza y el propósito, es
quitar la mirada de nosotros mismos y dirigirla al Hijo de Dios. Cuando usted
lo hace, su sentido de autoestima se afianza en la verdad, en vez de las
emociones fluctuantes. Cristo le consideró digno de morir por usted, y Él le
ama no importa cuál sea su condición física, emocional o espiritual.
Es una cuestión de fe
El hecho de que Dios nos ama es innegable. Lo ha dicho así en su
Palabra, y lo demostró por medio de su Hijo. Cada vez que nos regodeamos en
nuestra indignidad y nos repetimos las razones por las que no es posible que
Dios nos ame, manifestamos incredulidad. Simplemente, debemos aceptar por fe el
amor que Él nos tiene. Cuanto más decidamos creerle al Señor, en vez de a
nuestros sentimientos, más fuerte se volverá nuestra certeza de su amor, y
experimentaremos la vida gozosa que Dios ha dispuesto para nosotros.
Para pensar...
- Reconciliación entre el amor y la justicia
de Dios. Lea Juan 8.1-11. ¿Cómo demostró Jesús amor a la mujer sorprendida
en adulterio? En nuestra cultura, una respuesta benigna a los pecadores ha
sido demostrar tolerancia al pecado. ¿Por qué las palabras con que Jesús
despidió a la mujer refutan esta manera de pensar (v. 11)?
- Reconciliación entre nuestro sufrimiento y
el amor de Dios. Lea Romanos 8.35-39. ¿Son las circunstancias difíciles o
dolorosas señal de que Dios no nos ama? ¿Qué promesas da Él en los versículos
37 al 39 para sostenernos en los tiempos difíciles?