¿Por qué debemos orar?

¿Por qué debemos orar? 
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb 4:16).


No somos los dueños de nuestro destino, ni individualmente, ni como nación. ¿Cómo podemos jactarnos de controlar nuestro destino cuando un simple virus podría paralizar a decenas de miles, en solo unos días?

Estamos atrapados en una corriente de la historia que no podemos controlar. Hay un solo poder que puede cambiar el curso de la historia, y es el poder de la oración: la oración de hombres y mujeres que creen en Cristo y reverencian a Dios.

Es verdad que Dios conoce todo, y por lo tanto El sabe de antemano lo que queremos. Pero esa verdad necesita ser balanceada con el hecho de que El ha escogido darnos libertad de escoger y libertad de actuar. El ha escogido escuchar nuestros pedidos, así como responderlos, cuando las condiciones son correctas. Santiago 4:2 dice plenamente que si nos hace falta algo es debido a nuestra falta de oración, “…pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” Al ORAR tomamos una posición de dependencia en Dios y así le honramos.

Hoy, hemos llegado a un punto en que muchas personas consideran que la oración es una mera formalidad. No tenemos el sentido de buscar ese acercamiento con Dios, sino, más bien, de cumplir una tradición venerable. Pero, ¿cómo podemos seguir adelante si no hacemos un nuevo énfasis en la oración? 

Miles de personas oran solo en tiempos de gran tensión, peligro o incertidumbre. Cristo les enseñó a sus seguidores que oraran siempre. Tan fervientes y tan directas eran las oraciones de Jesús que una vez, cuando Él había terminado de orar, sus seguidores se acercaron a Él y le dijeron: “Señor, enséñanos a orar”(Lucas 11:1). 

De "tapa a tapa" de la Biblia se encuentran relatos de personas cuyas oraciones fueron contestadas; personas que cambiaron la dirección de la historia por medio de la oración; personas que oraron fervientemente, y Dios contestó. 

Debemos orar porque el Señor nos ha mandado hacerlo. La orden de “pedir,” “buscar” y “tocar” en Lucas 11 es con referencia a la oración. Lucas 18:1 nos demuestra nuestra obligación de orar. “Orad sin cesar,” 1 Tesalonicenses 5:17, es también una orden. La obediencia lo demanda.

Debemos orar porque la oración cambia cosas. Un hombre de Dios dijo, “Cuando oro, ocurren coincidencias. Cuando no oro, éstas no ocurren.” Jesús dijo, “…pedid y recibiréis,” Juan 16:24. Santiago nos dice que la oración eficaz del justo puede mucho.”

Debemos orar porque la obra de Dios no se lleva a cabo sin la oración. Se puede trabajar sin orar, pero ese trabajo no es la obra del Señor.

Debemos orar porque nunca nos acercamos tanto a la omnipotencia de Dios, como cuando oramos en el Nombre predominante de Jesucristo, el Señor. Nosotros nunca seremos omnipotentes, ni aún en los cielos, pero en la oración esgrimimos más poder que lo que podríamos hacer de cualquier otra manera.

Debemos orar porque, tal como un escritor dijo, “Podemos cambiar eventos mundiales y organizar la historia a través de simples, pero poderosos instrumentos: la oración y el ayuno.” 


"Podemos llevar rayos de sol a lugares fríos y sombríos. Podemos soltar las cadenas de esperanza en la prisión del desaliento. Podemos soltar las cadenas de los prisioneros. Podemos llevar destellos y cálidos pensamientos de hogar hasta lugares lejanos. Podemos llevar cordialidad celestial a los espiritualmente débiles, así éstos estén trabajando más allá de los mares."

¡Todos estos son milagros en respuesta a la oración! “Grandes milagros demoran, simplemente porque no caemos suplicantes en nuestras rodillas.” Es una cosa asombrosa que nuestra voluntad dada por Dios puede ser utilizada para obstaculizar y oponer al Señor con nuestra poca voluntad para orar. Todos necesitamos hacer una pausa y confesar nuestra falta de oración, arrepentirnos de ello, y orar.

Cuando estés pasando por momentos de dudas y no sepas cómo pedir o pienses que por tu pecado Dios no te va a escuchar, recuerda lo que dice la Biblia “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb 4:16). La voluntad de Dios es responder claramente a tus pedidos, a veces hay que esperar mucho tiempo, pero por nada esto es un retraso. Dios responde a cada uno de diferente forma, él sabe lo que necesitas y sabe cuándo dártelo. Lo importante es que abandones todo lo que te separe de él, no pretendas cambiar nada con tus propios esfuerzos, sólo en Dios hay ayuda para nosotros. Debes ir a él tal como eres, dispuesto a hacer lo que te pida. Cuando comprendas más plenamente el amor de Dios, cuando tu mente esté centrada en Cristo, sabrás que la oración no es cosa de unos instantes, sino del transcurso de toda tu vida.