Nick no tiene manos ni pies, pero su corazón es un incendio de amor que no radica en lo natural, si no en la fe en Cristo y el sentido que el Evangelio y la Cruz dan al dolor. “Consideren con alegría, mis Hermanos, todos aquellos problemas de diferentes tipos que tengan que enfrentar”. Este versículo de la Biblia parecía hecho a medida para los padres de Nick, aunque la mañana del 4 de diciembre de 1982, cuando vieron que su hijo había nacido sin brazos y sin piernas, “las últimas palabras en la mente de mis padres eran gracias a Dios”.
“Obviamente -declara Nick en las conferencias que da por todo el mundo-, mis padres estaban consternados y tenían mucho miedo del tipo de vida que yo tendría que enfrentar. Pero Dios les dio fortaleza, sabiduría y coraje”. Llegó el momento para Nick de comenzar a ir a la escuela, donde “tuve que enfrentar momentos de rechazo y burlas debido a mi diferencia física”. No fueron tiempos fáciles para un niño que no podía jugar al fútbol, ni hacer gimnasia como los demás niños. “Sabía que yo era diferente por fuera pero en mi interior era exactamente igual a los demás. Hubo muchas ocasiones en que me sentía decaído y no quería ir a la escuela, pero con la ayuda de mis padres empecé a desarrollar aptitudes y valores que me ayudaron a sobrellevar esa época de cambio”.
Comenzaron a aparecer las primeras dudas sobre su propia existencia cuando asomaban los primeros años de adolescencia. “Gracias a mis padres, aprendí que Dios nos ama a todos y cuida de cada uno de nosotros, pero no podía entender por qué me había hecho así si realmente me amaba. Pensé que era porque había hecho algo malo y llegué a pensar en terminar con mi vida. Pero doy gracias a Dios por mis padres y mi familia, que estuvieron siempre ahí para consolarme y darme fuerza”.
Nick comenzó a sentir que era algo más que un pedazo de carne sin piernas que no podía andar o correr, y comenzó a volar sobre sus dificultades creando con ellas auténticas alas con las que enseñar a volar a otros.“Para contrarrestar mis problemas de autoestima y soledad, Dios me obsequió con la pasión de compartir mi historia y experiencias para ayudar a otros a enfrentar los cambios en sus vidas y permitir a Dios que los convirtiera en bendiciones, fortalecer e inspirar a otros a vivir usando su potencial al máximo y no permitir que nadie les impidiera continuar en el camino para alcanzar sus esperanzas y sueños”.Nick dice haberle entregado su vida completamente a Dios a los 15 años, tras leer el capítulo 9 del Evangelio de San Juan, aquel en el que el Señor le cura de su ceguera untándole barro en los ojos a un hombre que pide limosna en los alrededores del Templo. “Jesús dijo que el hombre nació ciego ‘para que las maravillas que Dios hace fueran reveladas a través de él’. Creí entonces que Dios me había creado así porque yo podía dar un gran testimonio de Su inmenso poder. Después recibí la sabiduría para entender que si oramos por algo, si es lo que Dios desea, sucederá en Su tiempo”. ¿Y si no sucede? le preguntan con frecuencia a Nicky. “Entonces sabremos que Él tiene algo mejor para nosotros”. Para Nicky, nuestro futuro pasa por ponernos en manos de Dios, en el abandono: “Creo que si tienes la decisión y la pasión para hacer algo, y Dios lo quiere, lograrás hacerlo en el tiempo correcto. Pero como humanos, continuamente nos ponemos limitaciones sin ninguna razón. Y lo peor es ponerle límites a Dios, que puede hacer todas las cosas. Con frecuencia metemos a Dios en una ‘caja’, como si no pudiese salir de ahí”.
Nicky no sabe qué le deparará el futuro, aunque tiene muchos planes tras haberse licenciado en Ciencias Económicas y Comerciales. Pero solo tiene una cosa segura y es de quién seguirá fiándose: “Lo único verdadero es que, si queremos hacer algo, en vez de enfocarnos en nuestra capacidad, concentrarnos en nuestras habilidades, debemos saber que es Dios quien a través de nosotros hará las cosas y que no podemos hacer nada sin Él. Una vez que nos declaremos disponibles para el trabajo de Dios, ¿sabes de cuantas cosas seremos capaces?”.